Página:Rafael. Páginas de los veinte años (1920).pdf/105

Esta página no ha sido corregida
103
 

la eternidad misma, la forma y la ley de todos esos seres visibles o invisibles, inteligentes o ininteligentes, animados o inanimados, vivos o muer tos de que se compone el único nombre de ese Ser de seres: el infinito! Pero la idea de la grandeza inconmensurable, de la fatalidad soberana, de la necesidad absoluta e înflexible de los actos de ese ser que vosotros llamáis Dios, y nosotros, ley, excluye de nuestro pensamicnto toda inteligencia precisa, toda denominación exacta, toda imaginación razonable, toda manifestación personal, toda revelación, toda relación posible entre El y nosotros, hasta el homenaje de la plegaria; porque, ¿puede la consecuencia implorar al principio?

"¡Oh qué cruel es esto!—añadió—; cuántas bendiciones, oraciones y lágrimas no habría yo derramado a sus pies desde que os amo!... Y fuego, recobrándose : Os asombro y os aflijo—exclamó; pero perdonadme; la primera de las virtudes, si es que hay virtudes, ¿no es la verdad?

Unicamente en este punto no podemos entendernos; por tanto, no hablemos de El jamás. Vos habéis sido educado por una madre piadosa en el seno de una familia eristiana; habéis respirado con el aire las santas credulidades del hogar; os han llevado de la mano a los templos, os han mostrado imágenes, misterios, altares; os han enseñado a orar, diciéndoos: "Dios está ahí, y te escucha y te responde"; habéis creído porque no habíais llegado a la edad de examinar. Más tar-