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502 — La Guerra
III.

Consideradas en las causas que las ocasionan, la guerra y la revolución presentan completa analogía en sus caracteres esenciales. La una es la negación de la paz exterior; la otra la negación de la paz interior. Cuando las pasiones llegan á poder más que las leyes, y las quebrantan violentamente, y citan al combate á sus defensores, si las leyes ultrajadas son las de la política interior de un país, el movimiento se llama revolución, excepto en los casos en que sólo merece el nombre de motin; y si las leyes quebrantadas son las de política internacional, el hecho es la guerra.

Lo mismo que el estado de revolución, el estado de guerra se ha hecho permanente en Europa. Léjos de haberse llegado á asegurar sólidamente la paz, la guerra ha venido á ser la situación normal de nuestro continente. Los ejércitos de todas las naciones se hallan siempre organizados bajo pié de guerra, y dispuestos en todo momento para entrar en campana. Millones de soldados, constantemente con el arma al brazo, esperan siempre la orden de romper las hostilidades. El espectáculo que desde hace medio siglo presenta Europa cuando está en paz, es mucho más guerrero que el que tuvo en los tiempos más exclusivamente ocupados en luchas militares.

En el estado normal de las naciones europeas, lo que existe más que la paz, es una tregua, un armisticio. Si no hay hostilidades, se está siempre temiendo el momento de verlas empezadas.


IV.

Horrible y espantosa es la guerra! Naciones violentamente agitadas, pueblos destrozados, ciudades entradas á saco, villas incendiadas; hombres muertos; atropellados los ancianos y los niños, violadas las doncellas, profanados los templos, suspenso el comercio, empobrecida la industria; la miseria haciendo presa lo mismo en la hacienda de cada país que en el hogar de cada familia; el embrutecimiento extendiéndose rápidamente por las clases inferiores; la desmoralización corroyendo como un cáncer las entrañas