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El Licenciado Pedro de La-Gasca — 257

habiendo reunido todos los aprestos necesarios para combatir con extraordinario tino y diligencia, depuesta ya la máscara del disimulo, marchó en busca de los rebeldes.

No es nuestro ánimo historiar los sucesos y variadas peripecias de aquella curiosa campaña; baste decir que después de varias alternativas, en que unos y otros se vieron respectivamente vencidos y vencedores, encontráronse ambos ejércitos frente á frente en el valle de Xaquixaguana, donde el lunes 9 de Abril de 1548 se dieron la batalla que decidió la suerte del Perú. Vencido y preso en ella Gonzalo Pizarro, juntamente con sus principales capitanes, fueron todos condenados á muerte por traidores, ejecutándose la sentencia al dia siguiente de la batalla, en Pizarro, á quien sacaron á degollar en una mula ensillada, atadas las manos y cubierto con una capa, acompañado de trece de sus parciales, que sufrieron igual suerte. Su cabeza fué llevada á Lima y puesta en la plaza sobre un pilar de mármol, rodeada de una red de hierro y un escrito, que decia: «Esta es la cabeza del traidor de Gonzalo Pizarro, que dió batalla campal en el valle de Xaquixaguana contra el estandarte Real del Emperador, lunes 9 de Avril del año de 1548.»


IV.

Vencida la rebelión y casi terminada con la derrota y muerte de su principal caudillo, pudo el Presidente dedicarse con su acostumbrada perseverancia y tino á la organización y pacificación completa de aquel desventurado pais. Para llevarla á feliz término fuese deshaciendo con habilidad suma de los codiciosos caudillos que le rodeaban, contentando á los unos con repartimientos ó dádivas, y alejando á otros con pretexto de perseguir los últimos restos de los sublevados, ó de proseguir las más remotas y apartadas conquistas y descubrimientos. No todos quedaron, como no podia menos de suceder, contentos con la parte que del botin les tocara, y tramaron en el Cuzco contra él una conspiración, en la cual tomaron parte Melchor Verdugo y otros capitanes; pero descubierta á tiempo, siendo presos y castigados los principales instigadores de ella por el Oidor Cianca, todo quedó apaciguado, y el reino libre de la plaga del militarismo, que es la más pesada que puede enviar para castigo de un pueblo la cólera del Señor.