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256 — El Licenciado Pedro de La-Gasca

tribunal, y al Mariscal Alonso de Albarado, con sus criados. Al llegar al puerto de Santa Marta, supo que Melchor Verdugo, jefe de las tropas que después de la muerte del Virey Nuñez Velas seguían sustentando el partido de S. M. en el Perú, habia sido vencido y desbaratado por Pedro Alonso de Hinojosa que mandaba gentes de los Pizarros, y que con los restos de su fuerza estábale esperando en Cartagena; pero el Presidente, lejos de dirigirse allí, hízolo á Nombre de Dios, sin verse con él para no dar celos á los sublevados, que le tenian gran odio, y con los cuales queria desde luego entrar en trato. Hizolo en efecto por medio de Albarado, el cual bajó á tierra y logró ganar al Gobernador de dicho punto, Hernán Megía de Guzman, el cual con su gente hizo grata acogida al Presidente, cuya autoridad no tardó en reconocer, y comisionado por éste para entenderse con Hinojosa, de quien era grande amigo, que se hallaba con su ejército en Panamá, hizolo con tan buena fortuna, que tanto aquel caudillo, como otros menos señalados, vinieron desde luego á su obediencia, asi como las tropas de tierra y mar que tenian á sus órdenes. Confió el mando de la armada á Lorenzo de Aldana, ardiente secuaz hasta entonces de los contrarios, dándole comisión para recorrer los pueblos de la costa y hacerlos pronunciar, como lo verificó, por la causa real, y mandó á Pedro Hernández Paniagua á Lima con dos cartas para Gonzalo Pizarro, la una suya y la otra que para él traia del Emperador. Contenia ésta frases generales y promesas vagas, y en la suya, más larga y llena de razones y ejemplos, le aconsejaba la sumisión al Emperador, ofreciéndole perdón de todo lo pasado, repartimientos, oficios y licencia para conquistar, apuntándole algo de guerra si la paz despreciaba. Pizarro lejos de contestar reunió sus parciales en son de guerra y dispuso salir á su encuentro para prenderle ú obligarle á regresar á España.

Mientras tanto el Presidente negociaba á la callada cuanto podía, tratando á todos con la mayor afabilidad, diciendo en público que se volvería al Emperador, caso de no recibirle Pizarro, porque su hábito no le permitía guerrear, sino poner á todos en paz, revocando las ordenanzas y presidiendo en la Audiencia; pero al mismo tiempo iba con tal sagacidad allegando partidarios, que pronto pudo reunir un respetable ejército. Dio el mando de él con cargo de General á Hinojosa, nombrando Maestre de Campo al mariscal Albarado, y general de la artillería á Gabriel de Hojas, y