embarcados los dineros, envió á llamar al cabildo de la ciudad de los Reyes, y le hizo saber lo que habia resuelto. Opúsose á ello la ciudad, proponiéndole los graves inconvenientes que podian sobrevenir de irse antes que S. M. hubiese nombrado nuevo Presidente ó Virey que le sustituyese; pero él satisfaciéndoles los reparos, entregó el mando á la Real Audiencia, que presidia por su ausencia el Doctor Bravo de Saracria, y fuese á embarcar. Ya en la nao, hizo un nuevo repartimiento de Indios, en razón á haber quedado muchos vacantes por muerte de Gabriel de Rojas y otros sujetos principales, y á fin de evitar quejas y reclamaciones, lo dejó cerrado y sellado con las cédulas de encomienda, en poder del Secretario de la Audiencia, con orden de que no lo abriese hasta pasados ocho dias de haberse dado él á la vela.
Sucedió mientras tanto, que noticiosos de los preparativos que hacia para su partida los hermanos Hernando y Pedro de Contreras, nietos del famoso y cruel Gobernador del Darien, Pedrarias Dávila, los cuales se hallaban prófugos y retraídos por haber dado muerte violenta al Obispo de Nicaragua, Fr. Antonio Valdivieso, determinaron atacarle á su paso por Panamá, para robarle los dineros que llevaba. Reuniendo, en efecto, gran número de foragidos y descontentos, de aquellos que en todas partes hay siempre mal avenidos con toda clase de gobierno, pusieron por obra su propósito, logrando sorprender la ciudad de Panamá, cuando ya el Presidente habia pasado por ella. Sin embargo, saquearon la casa del Tesorero Real, Martin Ruiz de Marchena, y en sus cajas robaron cuatrocientos mil pesos en plata, que no habian podido ser conducidos á Nombre de Dios por falta de acémilas. Al llegar el Presidente á esta última ciudad, y tener noticia de lo ocurrido, desembarcó al punto, y obrando con su acostumbrada presteza y diligencia, reunió buen golpe de gente, que puso á las órdenes de Sancho de Clavijo, Gobernador de aquella provincia, y marchando él mismo á su cabeza, salieron en busca de los rebeldes. Repuesto en tanto de su sorpresa Marchena, y auxiliado con tropas que le trajo Juan de Larez, habia salido contra los hermanos y sus secuaces, á quienes alcanzó y batió cerca de Panamá, rescatando los dineros y haciendo huir á los Contreras, que perecieron ambos miserablemente en la fuga.
Pacificado este último alboroto, se embarcó de nuevo el Presidente, después de haber dado gracias al Señor por haberle librado