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cariñosos enfermeros, de los que halló en Yusef, Fátima y Moraima. Siempre han estimado en mucho los Árabes la ciencia de curar; y á menudo, los mismos guerreros acudían con medicinas á las heridas que sus propias armas habian hecho.

Yusef Ben-Lope era labrador, y conocia muchos simples excelentes que, con oportunidad aplicados, fueron poco á poco devolviendo la vida al Cristiano.


VI.

El apacible clima de la costa de Málaga, las medicinas y cuidadoso esmero de la familia de Yusef, hicieron tanto, que, al mes, el escudero cristiano pudo alzarse del lecho, para que le trasladasen á la habitacion donde dormía el Moro, dejando las dos interiores sólo para Fátima y Moraima.

No ménos agradecido el Cristiano, que maravillado del buen trato que recibía, supo al cabo que Yusef, herido y llevado cautivo á Castilla, habia sido curado y puesto en libertad por el caballero que le tenia en su poder, cuando éste supo que el valiente Musulmán era único hijo varón y amparo de la anciana Fátima. Desde aquel dia, se propuso el hijo de la costa malagueña hacer lo mismo con el primer Cristiano que se hallase en caso semejante al en que él se habia hallado. Dios quiso poner en sus manos al jóven escudero.

Llamábase éste Juan de Silvela, de la aldea en que tenía casa-solar á la entrada de Galicia, por la parte del Cebrero y Noceda, yendo del Bierzo. Allá le lloraba por muerto su madre, que era viuda.

Entre tanto, lo que habria sido harto difícil en Málaga, fué más hacedero en el campo. Yusef tenía que salir á menudo á dirigir, y aún tomar parte en las faenas del campo, cuando no á Málaga, para entenderse con los comerciantes que le compraban los delicados y valiosos frutos de su finca. Quedaba, pues, Juan de Silvela al cuidado de Fátima y Moraima, por espacio de largas horas que la casa permanecía sin más custodio que el valiente alano Sil. Cierto que éste hacia cuanto de su parte estaba, no sólo para avisar la llegada de todo forastero desconocido, y aún estorbarle el paso, mas para lamer la mano del herido cuando éste cedia al