inocentes, de poetas todo corazón, de novelistas inexpertos.
Comprendiólo así cierto jóven, estudiante en la Universidad de Salamanca, á la sazon una de las primeras de Europa, y al contemplar el espectáculo que presentaba la España de su tiempo, la España del siglo XVI, víctima de las preocupaciones de la nobleza, del fanatismo religioso y de la rapacidad de los flamencos, desde la catástrofe de Villalar cada dia más insolentes y orgullosos; se convenció de que era preciso variar de rumbo, de que era necesario valerse del arma de una ingeniosa sátira para censurar tales desórdenes y vicios, máxime cuando por los años de 1540, describiendo escenas de la vida doméstica en el Diálogo entre él y su pluma y en los discursos acerca de La vida de Corte y las Condiciones de las mujeres, habíale ya mostrado el camino Cristóbal de Castillejo, natural de Ciudad-Real, secretario que fué del infante D. Fernando, hermano del emperador Cárlos V, y monje, por último, del convento cisterciense de San Martin de Valdeiglesias, donde murió en 1596.
De este modo, cuando en Francia la presentia únicamente Rabelais, apareció entre nosotros en 1553 con El Lazarillo de Tormes de Diego Hurtado de Mendoza, escritor correcto y elegante, hijo de una ilustre familia de Granada, la novela satírica, llamada tambien picaresca, porque su principal objeto consistió en retratar las costumbres y modo de vivir de la gente soez y perdida.
Aunque esta clase de novela nació en España casi al mismo tiempo que la pastoril, la preponderancia de la una impidió el desarrollo de la otra.
Sólo asi se explica el que, á pesar de ser acogido el Lazarillo con muestras de singular entusiasmo, prefirieran los novelistas seguir invocando el callado de los pastores á combatir las extravagancias de la época. A lo cual opúsose igualmente no poco por un lado la censura de la Inquisición y por otro el valimiento de aquellos cuyas miserias hablan de ser retratadas en el espejo del ridículo.
Por fin en 1599 salió á luz la primera parte, y en 1605 la segunda, del Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, sevillano y recaudador que habia sido de contribuciones, obra escrita con gran ingenio, inspirada en la de Mendoza, pero cuyo campo era más dilatado, cuya tendencia más descubierta y cuyo conjunto