pastoriles, sobresaliendo sucesivamente entre ellas: en 1582 El Pastor de Filida de Luis Gálvez de Montalvo, nacido en Guadalajara y empleado en casa del duque del Infantado; en 1584 la Galatea, primera obra que dio á luz Miguel de Cervantes, inspirada por el amor de Catalina de Palacios, tan noble y pobre como él y con quien se casó posteriormente; en 1598 la Arcadia de Lope de Vega; en 1608 El Siglo de Oro del sacerdote Bernardo de Balbuena, hijo de Valdepeñas; y en 1609 el Constante Amarilis del jurisconsulto Cristóbal de Figueroa, natural de Valladolid.
En vista de tal entusiasmo, que preocupaba todos los corazones é inspiraba todas las inteligencias, no es de extrañar que la novela histórica, que habia presentado á Europa el escritor murciano Gines Perez de Hita con sus Guerras civiles de Granada hácia el año 1590, más de dos siglos ántes de que Walter Scott la diera á conocer en Escocia, apénas tuviese imitadores entre nosotros, si se exceptúan la Historia tragi-cómica de D. Enrique de Castro, del vizcaíno Francisco Loubayssin, dada á la estampa en 1617, El caballero venturoso del cordobes Juan Valladares, que aunque preparado para la imprenta en aquel mismo año no llegó á publicarse, y Los Reyes nuevos de Toledo, que aparecieron en 1667, escritos por Cristóbal Lozano, capellan, como D. Pedro Calderon, de la insigne Metropolitana.
IV.
Como todo lo que no es verdadero ha de ser fatalmente transitorio, fuélo la novela pastoril, cuya influencia, aunque no tanta cual en Italia y particularmente en nuestra Península, dejóse sentir además en otras naciones, según lo demuestran la Astrea de Durfé en Francia y la Arcadia de Felipe Sydney en Inglaterra.
Aquellos pastores sabiondos, cuyo lenguaje campanudo dejaba atrás al del más pedante retórico; aquellas zagalas hermosísimas, cuyos perfumes excedían en calidad y número á los de la dama más encopetada; aquellas chozas siempre encantadoras; aquellos campos siempre floridos; aquellos amores tan platónicos y aquellas escenas tan ridículas; sólo podian existir en la mente de soñadores