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III.

DE LA NOVELA PASTORIL Y DE LA HISTÓRICA.

La toma de Granada, y más tarde las conquistas del emperador Carlos V y las relaciones con Italia, entónces la nación más culta del continente, abrieron nuevos espacios á la imaginacion de los novelistas iberos.

El frenesí con que hácia el año 1504 fué acogida entre los italianos la Arcadia del napolitano Sannázaro, trasmitióse á nuestra Península.

Y las tranquilas escenas de la novela pastoril, en contraposición á las de D. Belianis, Palmerin de Inglaterra y Tirante el Blanco, á la vez que cautivaron indeciblemente el ánimo de nuestro público, despertaron el ingenio de los escritores nacionales.

Jorge de Montemayor, portugués como lo habia sido tambien el autor del Amadis de Gaula, fué el primero que se propuso seguir la nueva escuela, dando á luz en Valencia en 1542 su Diana enamorada, obra correctamente escrita en verso y prosa, y que obtuvo un éxito tan extraordinario que en poco más de medio siglo se reimprimió diez y seis veces, siendo traducida además una al inglés, dos al alemán y seis á la lengua francesa, en cuya nacion la imitó servilmente Honorato Durfé en su drama pastoril Sireno.

En el interes de la ficcion y en los caracteres de los personajes, la Diana de Montemayor aventajó á la Arcadia de Sannázaro, por lo cual mereció con justicia ser tenida por el mejor modelo de imitacion de la novela pastoril en Europa.

En 1564, miéntras un tal Alonso Perez, médico residente en Salamanca, se atrevia á presentar al público una segunda parte de esta obra, que por su falta de mérito pasó ignorada y yace hoy en los cronicones del olvido, Gaspar Gil Polo, caballero de Valencia y catedrático de griego de aquella Universidad, publicaba otra continuacion, de cortas dimensiones, pero escrita con ingenio, en buenos versos y mejor prosa, y que fué acogida con aplauso.

Desde entónces la moda literaria consistió en escribir novelas