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notables por la originalidad de su invencion y las galas de su lenguaje.

Siguieron otras colecciones por el estilo, distinguiéndose entre todos los autores Salas Barbadillo, nacido en Madrid en 1580 y muerto en 1630, quien publicó hasta veinte obras distintas de esta clase, ofreciendo al público en 1612 La ingeniosa Elena ó historia de una prostituta y su trágico fin en un patíbulo; en 1620 El Caballero perfecto, en la que presenta á la juventud un modelo digno de imitacion; y en 1623 Don Diego de Noche, en la cual se leen las aventuras de una novela de amores de nuestros dias.

La aceptación de las obras de Barbadillo indujo á muchos á imitarlas.

En 1609 Antonio de Eslava imprimió sus Novelas de invierno; en 1620 Diego de Agreda expuso sus doce Novelas morales y Liñan su Guia de forasteros en la Corte; en 1621 Lope de Vega agregó un cuento á su Filomena y poco después tres á su Circe; en 1622 aparecieron las Clavellinas de recreación de Salazar y las Novelas de Francisco de Lugo; en 1623 las Novelas amorosas de José Camerino; en 1624 Los Cigarrales de Toledo de Tirso de Molina y ocho Novelas coleccionadas de Juan Perez de Montalban; en 1628 las Historias peregrinas de Gonzalo de Céspedes; en 1632 las Auroras de Diana de Pedro de Castro y Anaya; en 1636 El León prodigioso, compuesto de cincuenta y cuatro apólogos, los cuales, unidos unos á otros, forman una historia completa; en 1638 las Novelas entretenidas de Mariana de Carvajal y las Soledades de Aurelia de Jerónimo Fernandez Mata, fábula insulsa, cansada, pero que inaugura el género de la novela religiosa, que luego no dejó de tener imitadores; en 1641 La Mogiganga del gusto de Andrés del Castillo; y desde 1637 á 1647 las Novelas y Saraos de María de Zayas, cada una de cuyas colecciones contiene diez cuentos.

Por entónces estuvo de moda, hija de la picaresca ó satírica, la novela fantástico-crítica, inaugurada en el siglo XVI con El Criticón de Baltasar Gracián, continuada con los Sueños de Quevedo y elevada á su mayor altura en 1641 con El Diablo Cojuelo del ecijano Luis Vélez de Guevara; pero cuyo género, en el que se distinguió Francisco Santos, autor del libro Dia y noche de Madrid, de El viejo y el difunto, El Diablo anda suelto, Los Gigantones y Las Tarascas de Madrid, pasó fugazmente, ya porque sin consideraciones de ninguna especie se lanzó á combatir personalidades,