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DOS SISTEMAS.

para no fenecer de hambre, consumido ya cuanto en ellas se habia depositado; suceso que, como es lógico, se dejó sentir en todas las carteras de la plaza, que mermaron en más de tres cuartas partes del valor del papel que atesoraban. Del vacío resultante vino el desequilibrio natural, y por consiguiente el desencadenamiento de la tempestad, que á los primeros embates dio en tierra con la vacilante piedra, la cual se llevó consigo cuantos se hallaban en su inmediato contacto. ¡Alli fué el crugir de los dientes, y el temblar de la voz, y el maldecir de aquel engrudo que ningún apoyo prestaba á los removidos sillares que trataba de sostener; alli fué el buscar el barro que representaba y por el cual se habia trocado en mejores dias, y alli fué el negarse los que le tenian á dar una mala paletada de él por todo el inútil fascinador amasijo!

Y siempre creciendo el vacío, y cada vez más furiosa la tormenta, y más desamparado el edificio, crugió todo él, y al cabo se desplomó con horrible estrépito pereciendo entre sus ruinas hasta el último ochavo, y algo más, del hijo de D. Apolinar.

Este, que creyó poder presenciar el desastre con sereno valor, al ver entre sus escombros destacarse incólume la parte que habia encomendado su seguridad al viejo cemento, sintió en su pecho tan vivamente la elocuencia del contraste, aquella palpable confirmación de su sistema, que reventó en el acto, de despecho, de pena, de desesperacion... y de viejo.


V.

Hijo del egoismo el tal sistema habia reinado muchísimos años sobre la plaza sin extenderla un palmo, sin fijar un adoquin en sus angostas calles y sin salir del paso de sus récuas de mulos; pero atesorando enormes positivos caudales que llevaban la abundancia desde el hogar del propietario al sotabanco del bracero. Hijo el otro del entusiasmo, lanzóse á la calle, destruyó lo viejo, removió la tierra, reparó, creó y combinó; y hubo un instante en que pareció anegarse el país en la abundancia; en que el confort llegó hasta el fregadero, y las costumbres rechispearon de flamantes y vistosas, y creyó el más pobre que habia caído de pié en mitad de la famosa Jauja; pero no se echó de ver que los recursos que desatentadamente iba creando el delirio de la ambición, no podian