Después no se contentó con esto: importándoles á él y al comprador muy poco la formalidad material de la entrega de lo vendido, suponian una á fecha y precio convenidos, y se comprometían á abonarse respectivamente la diferencia de más ó de ménos, según que jugaran al alza ó á la baja, partiendo del tipo prefijado.
— Pero, hombre, decia en estos casos el viejo Regatera: para eso, más te valdria jugarlo á una carta ó á cara ó cruz; á lo ménos abreviarlas la agonía que necesariamente sufres viendo durante meses enteros pender de una casualidad la mitad de tu fortuna.
Y el hijo se sonreia con desden, y el padre se aterraba.
Porque no perdiendo ripio de cuanto pasaba en su derredor, veia que de aquellos sus positivos caudales no quedaba ni señal; que su hijo los habia trocado por cifras que cada dia iban perdiendo una parte considerable de su valor real; que tenía los cartapacios atestados de este papel y de otros, representando grandes sumas, sin más garantía que las firmas de los respectivos deudores, tan empapelados como el acreedor de quien ellos, á su vez, tenían no flojo montón de obligaciones; presumía que toda la plaza se hallaba lo mismo, y era evidente para él que una sola piedra que se desprendiese del inseguro edificio le haría desmoronarse hasta los cimientos.
— ¿No te asusta esta situacion? decia á su hijo.
— Al contrario; me deleita, respondía el iluso.
— Pero ¿y tu dinero?
— Aquí está centuplicado.
— En papeles.
— Que valdrán mañana montes de oro; y en prueba de la fe que en ello tengo, acabo de comprar más acciones de la sociedad tal...
— Acciones que, como todas las que tienes, valen hoy un treinta por ciento ménos de lo que te costaron.
— Pero como han de subir necesariamente en su dia, compro más para ganar más.
— ¿Y si no suben?
— ¡Bah!
— Y si, concediéndote que se cumplan tus esperanzas, te ocurriese en el ínterin un apuro de los que te acarrean á cada paso tu juego favorito de las diferencias y otros por el estilo, ¿qué seria de tí?
— ¿Y los recursos del crédito?