la última centuria. Mengua de nuestro patriotismo y gran vergüenza para nuestra actual civilización seria por cierto el retirar la mano de obra tan noble y meritoria, mientras sólo puede traernos su fácil terminación honra para lo presente, gloria y no dudosa utilidad para lo futuro. Al poner término á tan loable empresa, no haremos, por otra parte, sino contribuir al esclarecimiento de nuestra historia nacional, que según tuve la honra de indicar anteriormente, se completa de un modo digno con la historia de nuestras Colonias; y en ninguna parte mejor que en este Museo Arqueológico deben brillar, para enseñanza de todos, los monumentos en que ha de estribar principalmente tan grandioso edificio.
Llego, merced á la bondad de V., al fin de la tarea que me impuso su cortés invitación para que tomase alguna parte en las de su acreditada Revista. Creo que no he defraudado del todo las justas esperanzas de sus lectores, respecto de la afirmación anticipada por mi de que el Museo Arqueológico Nacional aparecía en su misma cuna como intérprete genuino de todas las glorias de la pátria. Las edades primitivas, la antigüedad clásica, los tiempos medios, los tiempos modernos... todos estos largos períodos de lucha y de conflicto, de gloriosos triunfos y de maravillosas conquistas, tienen eco vivo y propia representación en tan ilustrado Instituto, ofreciendo con sus monumentos, para lo de hoy y para lo de mañana, abundantes y muy fructuosas enseñanzas. En los siete meses que llevo á su frente, he alcanzado la noble satisfacción de que el no apagado patriotismo de los doctos haya respondido á mis invitaciones y ruegos para que contribuyeran á su engrandecimiento, con tal generosidad y con voluntad tan decidida, que he visto aumentadas en más de una tercera parte sus preciosas colecciones, principalmente en lo relativo á la Edad clásica y á los tiempos medios. Dado este plausible resultado que me obliga á recordar aqui con gratitud, tributándoles públicamente y de mi parte las más cumplidas gracias, á los beneméritos donadores de aquellas preciosidades de antigüedad y de arte, no es ya dudoso que, siguiendo el trazado camino, será posible llegar, con la poderosa protección del Gobierno y del Estado, al término apetecido. Las circunstancias, léjos de ser contrarias, como algunos suponen, para llenar este alto fin, pueden favorecerlo por extremo. En los supremos instantes en que la dignidad y la honra de la patria parecen exigir de todos, y en todo, relevantes pruebas de ilustración y patriotismo,