ver roto, y lo que es peor, menospreciado su cetro misterioso, que enseña y cautiva y corrige, deleitando con los deleites inefables de sus ricos dones.
El autor de los Cuentos de la villa merece, bajo ese concepto, no pocos elogios y plácemes. En su coleccioncita de poesías breves y sencillas, demuéstrase claramente que puede y debe aspirar á cosas mayores. Quien tan donosamente describe personas y épocas; quien tan fácil y elegantemente sabe aprovecharse de la rica lengua española; quien tanto siente y tan bien juzga su forma y modos poéticos, harto se ve que tiene capacidad para remontarse á las alturas sublimes de la lírica moderna, sujetiva y objetiva á un tiempo mismo.
Muchas de las composiciones del Sr. Viedma recuerdan la intención y robustez y el lirismo dramático de nuestro inmortal Homero, fuente inagotable y pura de inspiraciones poéticas.
Como esta nota bibliográfica no se presta á mayores dimensiones, nos abstenemos de copiar varios trozos bellísimos que comprueban aquella aserción. El lector curioso y de buen gusto esperamos que hará por leer el librito, y será de nuestro mismo parecer.
La sopa de los conventos, ó sea tratado de economía política, en estilo joco-sério, acerca de los obstáculos tradicionales en nuestro país, por D. Vicente de la Fuente. — Madrid, 1868.— Un tomo en 4.° de 166 págs.
Si la publicación de esta obrilla no carecía de oportunidad hace dos meses, mucho mayor debe de tenerla ahora que están sobre el tapete, como suele decirse, las cuestiones de libertad, de asociación y abolición de comunidades religiosas. Es una apología ferviente de los conventos y su sopa, y una incisiva sátira contra la desamortización ó, más bien, contra los desamortizadores, y sobre todo, contra los demoledores de edificios monásticos. Su autor, que lo es también de la única Historia eclesiástica de España que tenemos, del tomo 50 de la España Sagrada, de la Biografía de León de Castro, de La Pluralidad de Cultos, de la Retencion de bulas y de otras obras históricas y de derecho canónico, pasa con justicia por uno de los sujetos más eruditos de nuestra Nación, y de serlo da claras muestras en el libro que ahora examinamos, lleno, como todos los suyos, de peregrinas é interesantes noticias, discretamente traídas en apoyo de las opiniones que profesa.
Excusado es manifestar que estas no son las de la Revista, sin que, por eso, desconozcamos que en medio de todo dice grandes verdades, particularmente en lo relativo al vandalismo de que fueron lamentable objeto las riquezas artísticas y bibliográficas de los antiguos monasterios. Ni se