en la adversa fortuna, y que por su carácter y varia suerte es un personaje en alto grado poético, que vivió sin duda mucho tiempo en las tradiciones de nuestra patria, y de ellas lo tomó el Infante D. Juan Manuel en su Conde D. Lucanor, donde es la protagonista de la historia, que constituye el trigésimo ejemplo. Los gloriosos principios del reinado de Almotamid tuvieron un trágico remate, pues llamado Jusuf en socorro de los Musulmanes españoles, que se creian próximos á su ruina por los triunfos de Alfonso IV de Castilla, condujo el Jefe de los Almoravides por volver las armas contra su cliente apoderándose de su reino, y por último de su persona, que redujo á una dura prisión en la que al cabo murió el Rey poeta. Esta mudanza de la fortuna, y estas terribles desgracias, aumentaron el estro poético de Almotamid, siendo los mejores versos los que compuso en la mazmorra de Agat, donde murió en el año de 1095.
El segundo párrafo ó capitulo de esta obra, está especialmente dedicado á Ibn-Qeidun, Ibn-Lebban, Ibn-Ammar é Ibn-ul-Catib, todos famosísimos poetas, y los más, altísimos personajes, Ibn-Lebban llegó á ser Régulo de Murviedro, y no pudiendo defenderse contra el Cid, entregó la ciudad á Ibn-Razin, Señor de Albarracin, abrazando después una vida aventurera y errante, que dio materia á la mayor parte de sus poesías. Más curiosa y dramática es la historia de Ibn-Ammar, que desde la más desvalida pobreza llegó á la cumbre de la fortuna, merced á su privanza con Almotamid, á cuyas manos murió al fin trágicamente en castigo cruel, pero justo, de sus ingratitudes y traiciones. Ibn-ul-Catib es el último poeta arábigo español de gran renombre, y floreció en el siglo XIV, bajo la dinastía de los Nazaritas.
De todos estos autores se traducen por el Sr. Valera á nuestra lengua muchas poesías, que si como él mismo reconoce, no son de gran mérito, ofrecen grandísimo interés, porque revelan los sentimientos, usos y costumbres de las tribus orientales que vivieron más de ocho siglos en la Península.
La poesía de los árabes en Sicilia es la materia del párrafo tercero de este tomo, duodécimo de la obra, y en él, después de dar noticia de varios poetas que florecieron en aquella isla, demuestra el Sr. Schack, que el influjo de la civilización árabe se extendió y dominó mucho tiempo en Sicilia después de la conquista de los Normandos. En el siguiente, y bajo el epígrafe de Poesía popular y Poesía narrativa, prueba el autor que ambas existieron entre los Árabes, contra los que afirman que todas las composiciones de sus poetas estaban inspiradas y eran imitaciones de las antiguas kasidas y moalakat, que constituían, por decirlo así, su poesía clásica; y por lo demás, el Sr. Schack cree fundadamente que aunque el carácter lírico sea el dominante en la mayor parte de las obras de los poetas árabes, las hay que lo tienen también evidentemente narrativo.