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 ¡Noche temible! —Suspiraba el viento...
Hablaba el cielo amor... Besos de llama
se enviaban allá en el firmamento
las remotas estrellas... No habia rama,
ni flor, ni ser, ni piedra, ni elemento,
madriguera, cubil, nido ni cama
que amor... eterno amor no respirase,
amando cada cual según su clase.




 ¡Cómo temblaba la azucena pura!
Su lánguida cabeza reclinaba
sobre un lirio de espléndida blancura...
El aura leve apénas les tocaba...
La luna, deteniéndose en la altura,
besos de claridad les enviaba,
y el ruiseñor trinando les decia:
«¡Amad... amad... que aun falta mucho al dia!»




 ¡Noche estrellada; bendecida hora;
lágrimas que envidioso el firmamento
sobre esas flores que se abrazan llora;
exhalaciones que cruzáis el viento;
espíritus que el aire en si atesora;
calor, perfume, plática ó aliento
que de esos blancos lirios se desprende...
misterios de su amor... ¿quién os entiende?




 Al otro dia... Agosto principiaba!! —
Amaneció. —Y el sol (que de las flores
á castigar los vicios empezaba,
fulminando sus rayos destructores
sobre todas aquellas que encontraba
faltas de sueño y pálidas de amores)
vio mustia y ojerosa á la azucena,
y de un flechazo la tendió en la arena.