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malcontents que obligó al Rey á ir á Cataluña, que llevó al cadalso á Rafi-Vidal, prototipo del caballerismo, á Bason y á tantos otros sacrificados por los mismos que los comprometieron. Y para que nada falte de interesante á aquel notable período de nuestra amena historia, hasta vemos figurar por primera vez á una mujer de tanto talento como hermosura, y de tanto valor como fanatismo político y religioso, y figurar de una manera, que si no se presentaran los documentos que comprueban lo que de ella dice el Sr. Pirala, lo creeríamos falso. Y sin embargo, todo es verdad, y se ha dicho en vida de esaheroina, que ha fallecido no ha mucho en Sevilla, y estaba ligada con vínculos de parentesco á uno de nuestros personajes políticos que ha ocupado el sillón ministerial y ha dejado grato recuerdo entre sus amigos al morir en lejanas tierras. Josefina Comerfort, que tal era al nombre de aquella señora singular, ocupa una página brillante en la Historia, y se destaca de aquel fondo de curas y realistas que formaron el núcleo de una de las conmocioDes poHticas más graves de este siglo, del último aliento de los defensores de la Inquisición, que pedían, no sólo el exterminio de generaciones de liberales, sino hasta de las ideas, como lo proclamaron en más de un documento, y estaba con ellos el Obispo de Vich, á quien tan duramente trató el Conde de España, y estaba también Calomarde y otros personajes que rodeaban al mismo Rey, y que cuando consiguieron su objeto, en parte, ahogaron en sangre el secreto, sacrificando á los instrumentos de sus planes lan maquiavélicos como malvados, tan reaccionarios como horribles. No consiguieron su intento los aclamadores de lo que ya no era posible resucitar en España, pero preludiaron la guerra civil que ensangrentó nuestro suelo.

¡Y qué contraste tan notable forman estos sucesos con los que á poco presenció atónita y aterrada Barcelona, en las hecatombes de la Cindadela! Pero el tiempo, que da gusto á todos, le dio también á los defensores de la libertad, que único apoyo de una jóven viuda y una niña huérfana, olvidando con liberal generosidad las ofensas que recibieran todos de su padre, se agruparon alrededor de una cuna, juraron defender á aquella inocente niña, que se sentara en el Trono de la España regenerada, y sin importarles el incendio de sus casas, la ruina de sus fortunas, el copioso derramamiento de su sangre y su propia existencia, pelearon sin tregua contra los que llamaban á los liberales defensores de la usurpación, y ..... otras cosas, y los vencieron.