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comprobantes de lo que se revela, la historia entonces da la más grande de las enseñanzas, es la verdadera maestra del hombre, el padre que instruje á sus hijos, y se realiza, según Tito Livio, una de sus mayores ventajas, cual es hacernos desviar del vicio ofreciéndonos lo odioso de su espectáculo: inde foedum exitu quod vites. Tácito ve un freno saludable en la infamia que la posteridad imprime á las palabras y acciones criminales: Utque etc. Diodoro de Sicilia dice que los Rejes de Egipto experimentaban la necesidad de sentimientos de justicia por el temor de ser odiados después de su muerte; y estas grandes ideas, estos sentimientos de dignidad que han enaltecido la especie humana, se han abierto paso por entre los errores y aberraciones de los pueblos, y la horrible crueldad de la tiranía; como la de aquellos príncipes, que lo eran de la ignorancia y del crimen, de quienes nos habla también Tácito, que deseaban exterminar los libros y particularmente los de Historia, esperando ahogar en las llamas la voz del pueblo, la libertad del senado, y la conciencia del género humatio. Scilicet illo igne vocem populi romani, etc.

Por fortuna hoy se puede decir lo que se siente, y escribir lo que se piensa; y si el historiador, además de obedecer á su conciencia, oir la voz de la razón y seguir el camino de la rectitud, ocupa una posición independiente, sin vínculos de gratitud á ningún partido, y persevera en estos principios, su voz es autorizada, merecidas sus alabanzas, dignos sus aplausos, y de justicia sus censuras. El historiador que llene estos requisitos en los tiempos que atravesamos, sobre cumplir un gran deber prestará un insigne servicio al país. Vamos á examinar el tomo dado á luz de la Historia de la Guerra Civil y de los partidos Liberal y Carlista y y veremos si ha cumplido su autor con tan imprescindibles deberes, y con lo que en el discurso preliminar ofrece el mismo. «La brillantez de los mayores hechos de armas, —dice, pág. XIII— las glorias de la Milicia, empeñadas eran á veces por ciertos personajes, parásitos de la corte, que en vez de manejar la espada abusaban de la lengua, ese don divino, haciéndole servir para manifestar la ruindad de sus miserables pasiones.

»Esta es la parte peligrosa del partido Carlista, porque es la secreta. Por su colosal trascendencia no puede continuar reservada. Será dolor osa para algunos, saludable para muchos; pero anteponemos el general al interés particular, y nada nos hará enmudecer. Los Carlistas, los Liberales, la Europa toda, tienen derecho á que se les diga la verdad, y la sabrán,