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esas que se denuncian por sí solas como guardadoras del fuego sagrado. Mi mal pensamiento duró, pues, muy poco, y en su lugar me dominó fácilmente la idea de que si aquel jóven representaba una aristocracia, esta debia ser de las buenas, de las legítimas, de las imperecederas.

La ovación, más bien de gestos que de conceptos, que le tributaban sus acompañantes, duró hasta el fin de la fiesta. Cuando, terminado el concierto, cruzamos todos, empujándonos lo más urbanamente posible, por la antesala, en busca de la escalera, más de un bordado uniforme y más de una beldad montada en brillantes se acercaron también á mi hombre y conversaron con él. Por mi parte, antes de dejar la sala de paso pregunté á mi acompañante si aquel asediado caballero era algún Rey, ó cosa asi, de los que hay contingencia de encontrarse en parajes semejantes.

— Usted lo señalará, me contestó, con arreglo á su leal saber y entender, la categoría que crea le corresponda, cuando sepa su nombre.

— ¿Cuál es? pregunté.

— Ese señor es Alejandro Dumas hijo.


V.

« Hay tres grandes principios que sirven de eje á las sociedades, dice el Sr. de Bryon á la bella María en La Novela de una mujer, del mismo Dumas hijo: Dios, los reyes y los pueblos. En 1793, el pueblo, el pueblo francés, que no podemos dejar de tomar por ejemplo, puesto que siempre ha sido el pueblo de la iniciativa y de la acción por excelencia, quiso negar dos de esos grandes principios, porque creyó bastarse á si sólo. Abolió la Monarquía, y decapitó á su Rey. Abolió su Dios y decapitó á sus Ministros. Había habido abuso arriba, y lo hubo también abajo. Sin embargo; ya que ha pasado podemos y debemos decirlo: aquella revolución fué una gran cosa, y era necesaria. Dios, empero, principio y fin eternos, se reconstituyó, porque la mano de los hombres era impotente contra El; pero el trono se hundió irremediablemente. Por eso después del 93, á cada paso que la Monarquía ha osado dar de nuevo, de nuevo ha vacilado. El pueblo la amenaza sin cesar, porque ya no le corroe, como en el pasado, la ignorancia, y sabe