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EL MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL.

Arqueológico Nacional, y no es dudable que empieza brillantemente á realizarlos. Desde los tiempos á que se dá en nuestros dias título de prehistóricos, son ya numerosos, más de lo que fuera de esperar, los monumentos que encierra. Las edades de piedra (arqueolítica y neolítica), asi como las de bronce y de hierro; el largo período apellidado céltico, no ménos que los tiempos primitivos de las civilizaciones que preceden, dentro y fuera de nuestra España, á la griega y romana, —cuentan en verdad, cada cual por su parte, muchos centenares de objetos llamados á despertar la atencion de los sabios, no solamente porque abren á su contemplacion nuevos y no medidos horizontes, si no tambien porque arrojan nueva y brillantísima luz sobre el estudio de la raza humana, que se desarrolla, crece y civiliza en muy apartadas latitudes. El salon, que destino á custodiar los peregrinos restos de estas edades primitivas, recogidos así en España como en toda Europa, presentará igualmente productos de la embrionaria industria de los primeros pobladores de Asia, África, América y Oceanía, por lo que toca á las edades de piedra y bronce.

En cuanto á los monumentos de la antigüedad clásica y de las colonias que precedieron en nuestro suelo á la dominacion romana, no puede hoy, mi distinguido amigo, representar de lleno este Museo Nacional la gran riqueza atesorada por aquella provincia, que fué la primera en ser invadida y la última en someterse á las águilas de la República. Numerosas son, no obstante, las colecciones de barros y bronces, abundando los objetos de primer órden, ya en la relacion artística, ya en la suntuaria; pero no así las de mármoles, principalmente en lo que á la estatuaria atañe. Y no es por cierto, maravilla: el Museo de Pinturas de S. M., instituido más á tiempo, es depósito tan rico y preciado de bellas estátuas, bustos y relieves, que no sin razon excita la admiracion y envidia de los más granados críticos extranjeros; y en esta misma capital, no ménos que en otras de provincia, tales como Barcelona, Sevilla, Córdoba, Málaga, Tarragona y Zaragoza, existen en los palacios de los antiguos próceres, ó en manos de particulares, no pocas estatuas y aun colecciones formadas en siglos precedentes, ó recogidas en el actual con plausible diligencia. Alléguese á esto que, aun dada la predileccion con que miró la antigüedad clásica el arte de la escultura, fueron siempre obras difíciles y costosas, como creaciones y como productos industriales, las estátuas, bustos