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ayuno; y cuando por su posición se vé obligado á comer en Palacio, no come más que unos garbanzos." Todo esto lo creemos y lo celebramos infinito. En lo único en que discrepamos un poco de la opinión de Lady Herbert es en evaluar los méritos literarios de Monseñor Claret. Lady Herbert halla que su obra titulada Camino recto y seguro para llegar al Cielo, compite con la Imitación de Cristo, y nosotros no nos atrevemos á creer que raye tan alto. Por lo demás no hay más que decir sino muchísimas alabanzas.

Lady Herbert estuvo en Madrid recomendada al Nuncio de su Santidad, Monseñor Barilli, de quien habla también con grande entusiasmo. Es de lamentar que no conociese á los Sres. Catalina, Nocedal y Tejado. ¡Cómo los elogiarla si los hubiese conocido! ¡Estos si que quieren conservar nuestra sencillez primitiva, de que Milady es tan apasionada! En cambio, y lo decimos aquí porque entre los devotos no caben celos ni envidias, Milady elogia en extremo á D. León Carbonero y Sol, y encarece el inmenso bien que ha hecho su Revista titulada La Cruz.

Dejando ahora á un lado todo espíritu de partido, no podemos menos de complacernos en ciertos elogios que Lady Herbert hace del pueblo español, por calidades que están en su ser, aunque ella cree que van inseparablemente unidas á otras, que son contrarias á la civilización moderna. Elogia á los españoles, hasta á los de la ínfima plebe, de corteses, de afectuosos, de hospitalarios de desinteresados y hasta de limpios. La hermosura de nuestras mujeres la extasía. Acusa á su nación de que en ella se cometen numerosos y frecuentes infanticidios, y afirma que en España, como es la verdad, no se cometen ó son sumamente raros. Dice que en las relaciones y en el trato la gente baja en Inglaterra es grosera y brutal, mientras que en España es pulida, benévola y suave. En suma, se diria que Lady Herbert quiere vindicarnos de las muchas ofensas que en libros y periódicos se prodigan de continuo á España por los ingleses.

Las descripciones que hace de nuestros monumentos no pueden ser más entusiastas. Nuestros pintores, Murillo sobre todo, le parecen los primeros del mundo. Lady Herbert describe las curiosidades, museos, monumentos y antiguallas de las ciudades de Sevilla, Córdoba, Granada, Madrid, Valladolid, Salamanca, Burgos, Zaragoza, Zamora, Toledo, Guadalajara y Segovia, por donde ha peregrinado.

Milady, que es muy devota de Santa Teresa, ha visitado, con permiso de los Arzobispos y Obispos, á quienes desde Roma venia recomendada, todos los conventos de monjas carmelitas. Ha visitado también todos los establecimientos de caridad, de los cuales hace los más encarecidos elogios, asi como de la caridad singular de algunas damas españolas. Entre estas á quien merecidamente celebra más, viendo en ella con razón á una santa, á un dechado de todas las excelencias, y de todas las virtudes, y de todas las dulces y nobles prendas que son el adorno y la gloria del corazón de la mujer, es á la Excelentísima Sra. D.ª T. G. de H, de Málaga, cuyo nombre apenas si nos atrevemos á indicar aquí por las iniciales, temerosos de ofender la modestia y la evangélica humildad de quien la lleva.

En suma, el elegante y precioso libro de que hablamos, magníficamente impreso y adornado con hermosas estampas, no puede ser más lisonjero para nosotros. Hasta para las corridas de toros halla disculpa la autora con tal que se modifiquen, y no mueran los caballos.

No hay que decir que convenimos en todo con quien tanto nos elogia. Sólo no convenimos en esa especie de incompatibilidad que cree ver entre lo bueno que hay y hubo en España y lo bueno que una mayor cultura y el ponernos en la corriente de la moderna civilización puede traer consigo.


Director y Editor, José L. Albareda.