Á QUINTANA:
Era la voz de un siglo
Que al nacer y al morir luchó iracundo
Con el feroz vestiglo
De la que fué superstición del mundo,
Y en generosa saña
«Sé España ¡España!» le gritaba á España.
Era tu grande acento,
¡Quintana! era tu voz que, en la sombría
Cárcel del pensamiento
Sonando y resonando, removia
Con versos como espadas
De España las entrañas ulceradas.
Pelayo, ardiente rayo
Contra el Islam y el oriental Califa,
El Cid, nuevo Pelayo,
Guzman, Bruto de España allá en Tarifa,
Padilla en sangre tinto,
A tu gloria fatal, ¡oh Cárlos Quinto!
Las del panteón hispano
Del austríaco Escorial turbadas sombras
Que á España dan en vano
Las banderas del mundo por alfombras,
Si tu ígnea fantasía
En ellas sólo ve la tiranía;
Aquellas sombras tristes
Del grande Emperador del Rey prudente,
Que al tribunal trajistes
De una infeliz generación que aun siente
Rodar por el vacío
La España, su esplendor, su poderío;
El infecundo nieto
De ellos en pos que la corona ingente,
No Rey, sino esqueleto,
Deja caer de la caduca frente,