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La cantidad es una categoría de la razón, y sus leyes son por ende racionales y lógicas; luego sin acudir á la experiencia podremos deducirlas y demostrarlas. Basta pensar para crear las matemáticas: escritas están en nuestro pensamiento, y sus verdades y sus principios brotan con el carácter de universales y necesarios: jamás los contradice la experiencia, ni aunque quisiéramos podriamos renegar de ellos. Cuando una verdad matemática ha hecho presa en nuestra inteligencia, imposible es arrancarla de allí. Busquemos al hombre más codicioso, enseñémosle geometría, y cuando llegue á comprender claramente que la suma de los tres ángulos de un triangulo es igual á dos rectos, ofrezcámosle cien, doscientos, mil millones á cambio de arrancar de su razón la verdad geométrica enunciada, y querrá dudar y no podrá, y mentirán sus labios, pero su inteligencia afirmará el teorema. Y es que contra las verdades racionales nada puede el interés mundano, ni la voluntad, ni el miedo: son, y no pueden dejar de ser: para romperlas tendríamos que romper nuestro cráneo, y aun entonces seguirían apegadas á la sustancia inmortal del espíritu.

Poseemos pues la idea de la cantidad como categoría racional, y como leyes racionales las leyes de esta categoría: es en efecto aquella, y son estas, elementos subjetivos del espíritu humano.

Pero fuera del hombre, es decir objetivadas, existen también: todo en el mundo físico podrá ser algo más, pero es cantidad.

Cantidad es el espacio, y cantidad es el tiempo.

Cantidades son las fuerzas todas de la naturaleza: la gravedad, la pesantez, la electricidad, el magnetismo, el calor.

Hay más ó menos luz; luego la luz es cantidad también.

Y cantidad es el aire, y la masa sólida de los astros, y el impalpable vapor de la nebulosa, y el éter que impregna los cuerpos y vibra entre los espacios interestelares y se extiende por ios ámbitos infinitos de la creación.

En todos los fenómenos del mundo exterior entra como elemento indispensable la cantidad, y por doquiera palpita esta idea entre las rudas y groseras evoluciones de la materia.

Luego si poseemos racionalmente a priori, por nuestra propia virtud, porque están en nosotros, las leyes de esta categoría, poseemos también a priori una parte al menos de las leyes de la naturaleza, y podremos conocer racionalmente aquel aspecto de las cosas y de los fenómenos en que la cantidad domina.