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de una vasta erudición, y sobre todo, el de una paciencia verdaderamente benedictina, harto visible en el detenido estudio que demuestra haber hecho de las voluminosísimas y aridísimas obras de dichos doctores, y particularmente de las de Lulio, tan oscuras y difíciles de penetrar por lo extraño de su método y estilo. De aquí el que las analice con notable claridad, como quien domina el asunto por haberlo examinado á fondo. Esa claridad sería completa si el plan estuviera dispuesto con arreglo á un orden más rigoroso de materias, de suerte que estas apareciesen eslabonadas lógica y gradualmente, según sus naturales afinidades y relaciones. ¿Quién no advierte la irregularidad de pasar de la astronomía á la botánica, de esta á la física, de la física á la geología y la mineralogía, de una y otra á la geometría y la milicia, de estas á la química, de la química á la zoología, etc., etc. También echaríamos de menos alguna mayor tersura y corrección de estilo, algo más de eso que los franceses llaman savoir faire, si contra este reparo no se hubiese prevenido oportunamente el autor, confesando, quizá con exceso de modestia, pues no creemos justo tanto rigor, que la forma, de su obra no es vistosa ni grata.

De todos modos, cualquiera que sea el juicio que se forme de las opiniones del Sr. Weyler y Laviña y de su manera de exponer la materia á cuya dilucidación se ha consagrado, su libro merece colocarse entre los mejores que en nuestros dias han salido á luz concernientes al pasado científico de nuestra nación, siendo de sentir, por lo mismo, que no dedicase una segunda parte á desenvolver la historia del lulismo, tan interesante y fecunda en útiles enseñanzas por el gran séquito y numerosas contradicciones que tal escuela tuvo dentro y fuera de España durante siglos. Esperamos que el Sr. Canalejas llene dignamente este vacío en la monografía que hace tiempo está componiendo acerca de Raymundo Lulio y el lulismo. ¡Quiera Dios que tan laudables ejemplos tengan muchos imitadores, á ver si llega un dia en que no pese sobre los españoles la nota vergonzosa de descuidados en punto de ilustrar los anales científicos de nuestra patria! ¡Quiera Dios que Séneca, San Isidoro, Maymónides, Vives, Suarez [1], Caramuel y otros mil insignes doctores ibéricos hallen quienes los den á conocer con la erudición y conciencia que los señores Weyler y Canalejas emplean en el estudio de Raimundo Lulio!

Una observación. El Sr. Weyler emprendió su obra impulsado por el programa del concurso que la Academia de Ciencias y Letras de las Islas Baleares abrió hace años, señalando un premio para el mejor autor de la mejor Memoria sobre los escritos de Lulio, relativos á ciencias exactas y naturales y sus aplicaciones. Si eso consiguió aquella oscura Academia ¿qué resultado no alcanzarían las Reales Academias establecidas en Madrid, si imitasen su ejemplo?


Director y Editor, José L. Albareda.
  1. Tenemos entendido que el docto teólogo el Padre Maldonado, Rector del Seminario central de Salamanca, se ocupa hace tiempo en la composición de una obra que no dudamos será muy importante, acerca de Suarez y el Suarismo.