Página:R.E.-Tomo II-Nro.05-Id.03.djvu/6

Esta página ha sido corregida

II.


Reuniéronse en efecto Córtes en Cádiz en 1810, formadas como se pudo. No es de la índole de este trabajo discutir acerca de su forma ni de su acierto, ni examinar si en la Constitución de 1812, copiada de la francesa de 1793, se tomó el mejor camino, ni si hubiese sido preferible hacer una ley fundamental más adecuada á los usos y costumbres españolas, cuestiones todas ya muy debatidas, y que no es mi ánimo renovar en esta ocasión.

En 1814, la gloriosa guerra de la Independencia terminó; hechos tan heroicos como la defensa de Zaragoza y de Gerona, y las batallas de Bailen, Talavera, Arapiles, Vitoria, San Marcial y Tolosa, ilustran nuestros anales, y 300.000 franceses sepultos en España durante su duración, atestiguan que la España defendió vigorosamente su nacionalidad y su independencia.


III.

Mas si la guerra de la Independencia terminó con gloria en 1814 recobrando su libertad el cautivo Monarca, empezó muy luego un periodo agitado por las pasiones é intereses políticos, que dieron origen á una serie de sucesos que determinó el funesto estado de constantes luchas entre encontrados principios políticos y utopias inconciliables, predominando siempre intereses de clases ó de individuos, y cegando lo mismo á los gobernados que á los gobernantes un vértigo que los llevaba al suicidio á fuerza de continuos, comunes y no interrumpidos desaciertos.

La historia política de los períodos de 1814 á 1820, de este año al de 23 y desde 23 hasta 33, en que se verificó la transición más decisiva de la España del absolutismo á la España constitucional, atestiguan que en ninguna de estas épocas históricamente consideradas puede hallarse ni bastante y desinteresado patriotismo, ni el preferente anhelo en favor del bien, que debieran siempre anteponerse á los intereses y pasiones de los hombres y de los partidos.

Sin embargo, España se sometió al influjo de la época y del siglo, á cuya poderosa acción todo hubo de ceder, arreglando á sus condiciones la suerte de los pueblos; y determinando de antemano con su gran poder todos los acontecimientos.