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fundando el éxito de sus propósitos en esperanzas quiméricas y en ilusiones de poder atraer sumisos á su obediencia el dia de su soñado triunfo á pueblos dotados de enérgica independencia, que ciertamente no permitirian fuesen deshechas y holladas nuestras antiguas y seculares instituciones, y menos verlas reemplazadas por míseras utopias, que no alcanzaría á poner en práctica la escasa respetabilidad histórica de dictadores como los de Ostende [1].

Mas no es este el único resto de las agrupaciones llamadas partidos. Una nueva agrupación, no muy numerosa ha aparecido hace poco tiempo, tomando el nombre de neo-católica, cuyas doctrinas y aspiraciones, tan de buena fe como se quiera, constituyen un verdadero anacronismo en la época actual. Haciendo abstracción esta parcialidad de hechos consumados; condenando principios y formas aceptadas por la inmensa mayoría de la nación, existentes desde 1834, y combatiendo lo que llaman parlamentarismo, aspira al título de regeneradora, sin considerar que sus doctrinas son contrarias á las ya aceptadas, no solo en España, sino en la Europa entera, que las tiene juzgadas como extemporáneas, y sin comprender lo absurdo de sus anatemas contra las formas parlamentarias reconocidas en todas las grandes naciones. Estos flamantes regeneradores, sin embargo, se valen de la aplicación práctica de la libre y pública discusión, que dicen aborrecer é impugnar, para apoyar, si no ideas concretas, aspiraciones de imposible realización; pretenden, en fin, erigirse en supremos maestros, y quieren probar que ellos son los únicos sostenedores de la religión que hasta ahora, por fortuna, á nadie le ha ocurrido en España dejar de reverenciar. En suma, la esencia de su fórmula regeneradora es la misma que la de los revolucionarios de Ostende; ambos se proponen, si pudiesen, destruir todo lo existente, difiriendo tan solo en lo que debía reemplazarlo. Pero, aun suponiendo que por un triunfo pasajero de cualquiera de los dos partidos, llegasen á poder ensayar su sistema, ¿cuál seria el resultado? La anarquía: esta seria la precisa é inmediata consecuencia del triunfo de ambas soluciones, pero de ambas saldría, ó una restauración, ó una disolución social, después de grandes y sangrientas perturbaciones.

Discútanse enhorabuena las antiguas teorías acerca de si pueden

  1. Véase el folleto publicado en París por el Sr. García Ruiz, individuo que se dice él mismo del partido democrático.