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y sosteniendo cada uno principios más ó menos afines ó encontrados; mas los partidos, como todas las cosas humanas, cuando empezaron, fueron fuertes y poderosos, y el tiempo se encargó de debilitarlos y desnaturalizarlos primero y casi disolverlos más tarde. En 1640 al Corto Parlamento sucedió el Largo, y en este tuvieron origen los dos grandes y célebres partidos políticos ingleses, que tomaron entonces los nombres de partido de los Caballeros el uno, y de los Cabezas redondas el otro, llamándose después por muchos años Tories y Wighs. ¿Cuál fué y cuál es su situación hoy? No há mucho que el eminente Sir Roberto Peel decia que no los encontraba. ¿Qué se hicieron en Francia los jacobinos, los girondinos, los republicanos, los realistas de la restauración, los parlamentarios de 1830? Existen todos sólo en la historia. ¿Y que diré de los serviles españoles de 1812 y de sus antagonistas liberales de entonces, de los progresistas monárquicos de 1820, 33, 36 y 40? ¿Qué de los absolutistas, carlistas de 1823, 27 y 33, sosteniendo el absolutismo, bajo el escudo de una pretendida é injusta legitimidad? ¿Qué de los primitivos moderados de 34, de los monárquicos constitucionales de 44, de los conservadores reformistas de 1852, de los coligados de 1853, de la unión liberal nacida en 54, y que ha sufrido la gran pérdida de su ilustre Jefe en 1867? ¿Existe algo de esto en sus condiciones primitivas [1]? No, ciertamente. ¿Qué ha quedado, pues, de todos ellos, en relación á su origen y principio? Poco ó nada, pues no sé si se debe calificar de partido la agrupación de conservadores unidos ante el peligro anti-social que nos está amenazando. Esta misma agrupación, á cuya cabeza estaba el ilustre Duque de Valencia, que en su dia fué efectivamente el Jefe del partido llamado moderado, ha perdido ya su importantísima personificación. ¿Qué queda, pues, que hacer? Buscar un medio práctico de agrupar alrededor del trono de la Reina todas las fuerzas sociales, politicas y constitucionales, cuya agrupación haga impotentes é ineficaces los propósitos contrarios. Lo que existe únicamente, con verdaderas condiciones de partido esencialmente revolucionario, es el llamado democrático, que en su reunión de Ostende, acordaba la destrucción de todo lo existente, y la creación de un Gobierno, producto del sufragio universal,

  1. Remito á los lectores de La REVISTA á mi publicación de 1863, bajo el título de "Reseña histórico-crítica de la participación de los partidos en los sucesos políticos de España en el siglo XIX."