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DE LA GUERRA CIVIL

hombres de guerra estuviesen distribuidos en sus alojamientos, sino apiñados en desorden.

Grande, sin embargo, era el contento de semejantes gentes de tan distintos orígenes, extrañas entre sí y unidas por el vínculo de la expatriación y del peligro, que habiendo caminado juntas como las tribus de los desterrados israelitas por los desiertos del África, habían pasado el mar Mediterráneo como los otros pasaron el mar Rojo, y se encontraban por último al Norte de España, aunque un poco más allá de la región de las vides, que por lo visto les era la tierra prometida.

Considerábanse hermanos, sin duda porque tenían adoptado á Noé por padre común; pero no se hicieron adoradores del Becerro de oro como los judíos, sino de Baco. Entonaban salmos á las viñas cada cual en su idioma, y aunque entre ellos se hablaba en más lenguas que en la Torre de Babel, habían convenido en que el vino se llamara vino.

El cuartel general estaba situado en Larrasoaña, y solo el general Bernel que gobernaba semejante legión podía habérselas con ella, y mandarla entrar y salir, quedarse y marchar.

Era una verdadera legión; y Bernel, y nadie más que Bernel, podía, con vanidad de hombre superior á los suyos, decir á todos los jefes militares del globo lo que Cristo á sus apóstoles: «con esto no podéis vosotros y solo puedo yo, porque esto es legión.»

He comenzado á escribir este recuerdo de nuestra última guerra civil sin propósito de reseñar la legión argelina más allá de lo que conduzca á mi fin, y así la presento en bosquejo para contar en detalle el caso sucedido tras las causas que le determinaron.

Ello es que tan luego como se agotó cuanto mosto y cuanto añejo había en Aquerreta, Larrasoaña y Zabaldica, los soldados se pasaban en grupos al enemigo.

No es esto decir que no se les diera la ración de vino ó de aguardiente que les estaba asignada; pero la palabra ración equivale á la idea medida; y ellos, como dejo expuesto, eran de suyo desmedidos en beber, por más que fuesen medidos á palos; y no eran, por lo que voy indicando, nada comedidos en servir hoy en uno y mañana en otro campo, aunque les fusilasen por ende.

Creían como una revelación, ó les habían hecho creer los agentes carlistas, que la verdadera región, la Jauja del vino, estaba más adelante; y ellos se iban en busca de la tierra prometida.