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QUO VADIS

con sus brazos, cual si quisiera defenderla contra un grave peligro;—¡preferible para ella sería la muerte!

Ligia se apegó estrechamente á Pomponia, cual si buscara refugio en su seno y exclamó: «¡Madrel ¡Madrel » entre sollozos, sin poder articular otras palabras.

De nuevo dibujáronse la ira y el dolor en el semblante de Aulio.

—Si me hallara solo en el mundo,—dijo con sombrío acento,—no la entregaría viva, y mis deudos podrían en este día presentar sus ofrendas á «Júpiter Liberator. Mas, no tengo el derecho de arrebataros la existencia á tí y á nuestro hijo, quienes, viviendo, pueden llegar á tiempos mejores. Hoy mismo veré al César y le imploraré que modifique su mandato. Ignoro si mi súplica será escuchada.

Entre tanto, adios, Ligia, y sabe que yo y Pomponia bendecimos siempre el día en que viniste á ocupar un asiento á nuestro lado en esta casal Y diciendo estas palabras, puso una mano sobre la cabeza de la joven, é hizo grandes esfuerzos por conservar su calma habitual; pero cuando Ligia volvió hacia él los ojos llenos de lágrimas y apoderándose de su mano la llevó á sus labios, quebrantóse la voz del anciano, y en ella advirtiéronse tiernas inflexionés de padre. Entonces la dijo: —¡Adiós, alegría nuestra, luz de nuestros ojos!

Y con paso rápido encaminóse al atrium, temeroso de verse dominado por la emoción, indigna de un romano y de un general.

Entre tanto Pomponia, una vez que hubo conducido á Ligia al cubiculum empezó á darle ánimo, á consolarla y alentarla, pronunciando para ello palabras que ahora resonaban estrañamente en aquella casa, donde, en una sala contigua á la que en ese instanle ocupaban, existia todavía el lararium (1) y se conservaba también el altar en (1) Capilla privada á modo de oratorio, en la que se veneraban en las casas á los dioses Larex ó domésticos,