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QUO VADIS

do esto es perfectamente cierto. Y no veo, en consecuencia, por qué razón hubiera yo de aferrarme á la opinión contraria, ni por qué no habría de levantar á ese Dios un altar, si he de alzarle uno á Serapis, por ejemplo. Y hasta creo que no me sería dificil, aun el renunciar a los demás dioses, puesto que ningún espíritu razonador cree actual mente en ellos.

»Mas, parece que ni aun todo esto satisface á los cristianos.

No basta, dicen, honrar á Cristo, menester es también vivir con arreglo á sus enseñanzas; y héteme aqui á la orilla de un océano que según sus mandatos, es necesario surcar.

Y si yo les prometiese hacerlo, comprenderían que tal promesa era un simple conjunto de palabras vacías. Pablo me lo dijo así abiertamente.

»Tú sabes cuánto amo á Ligia y que nada hay que yo no hiciera por su amor. Sin embargo, aun cuando ella lo deseara, no podría yo alzar sobre mis hombros al Soracte ó al Vesubio, ni colocar en el hueco de la mano el lago Tra simeno, ni hacer que mis ojos, de negros que son, se volvieran azules como los de los ligures. Des ándolo ella, de searíalo también yo; mas no por eso estaría en mis manos el poder de verificar el cambio.

»No soy filósofo, más tampoco soy tan intonso como acaso he podido parecerte más de una vez.

Pues bien, te digo lo siguiente: no sé cómo los cristia nos ordenan sus vidas, pero sé que donde principia su religión, concluye el poder de Roma, concluye la misma Roma, y concluye nuestro sistema de vida, y concluye la disfinción entre conquistadores y conquistados, entre ricos y pobres, señores y esclavos, y concluye el gobierno, y concluye el César, y concluye la ley y el orden del mundo concluye. Y por sobre todo esto, surge la figura de Cristo lleno de una misericordia jamás conocida y de una bondad que contrasta con los instintos del hombre y con nuestros propios romanos instintos.