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QUO VADIS

Vinicio entonces levantóse con el rostro radiante de alegría y dijo: —Ahora veo que la felicidad puede morar en medio de vosotros, puesto que yo me siento feliz y creo también que de igual modo llegaréis á convencerme de algunas otras verdades. Pero debo agregar que esto, por el momento, no es posible realizarlo en Roma.

El César va á partir para Ancio y necesito acompañarle, porque he recibido la orden correspondiente. Y vosotros sabéis que no obedecerla equivale á la muerte. Mas, si he logrado alcanzar favor á vuestros ojos, id conmigo á predicar vuestras enseñanzas. Estaréis allí más seguros que yo mismo. Aún en medio de aquella multitud de gentes y en plena corte cesárea, podréis proclamar la verdad.

Dicen que Actea, es cristiana y cristianos hay hasta en los pretorianos, pues yo mismo he visto soldados que se arro dillaban á tu paso, Pedro, en la puerta Nomentana. En Ancio yo tengo una casa de campo en donde podremos reunirnos á escuchar vuestras enseñanzas, á pocos pasos de la morada de Nerón. Glauco me ha dicho que vosotros estais dispuestos á llegar hasta los confines de la tierra por salvar una alma; así, pues, haced en mi favor lo que habéis hecho en favor de aquellos por quienes habéis venido hasta aquí desde Judea: hacedlo y no dejéis huérfana á mi alma.

Al escuchar estas palabras pusiéronse á tomar consejo los cristianos, pensando llenos de complacencia en el triunfo de su religión y en lo que significaria para el mundo pagano la conversión de un augustano como Vinicio, descendiente de una de las más antiguas familias romanas.

Ciertamente, listos estaban ellos para llegar hasta el fin del mundo en persiguimiento de la salvación de una alma y en realidad no habían hecho otra cosa desde la muerte del Maestro, de manera que ni por un instante vino á su imaginación la idea de una respuesta negativa.