Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/52

Esta página no ha sido corregida
50
QUO VADIS


CAPÍTULO XXXIII

El joven tribuno se encaminó en seguida á la casa en que vivia Miriam.

Delante de la puerta encontró á Nazario, quien mostróse confundido al verle; pero Vinicio acogió cordialmente al muchacho y se hizo conducir por él á las habitaciones de su madre.

Vinicio encontró allí, además de Miriam, á Pedro, Glauco, Crispo y Pablo de Tarso, quien había regresado recientemente de Fregelas.

A la vista del joven, se pintó el asombro en todos los semblantes, pero él dijo: —Os saludo en el nombre de Cristo, á quien vosotros honráis.

—Sea su nombre glorificado para siemprel—contestaron ellos.

—He sido testigo de vuestras virtudes y objeto de vuestra bondad; permitid, pues, que llegue hasta vosotros como amigo.

—Y nosotros te damos también la bienvenida como amigo, contestó Pedro.—Siéntate, pues, señor, y comparte nuestra comida como huésped.

—Me sentaré y compartiré vuestra comida; pero ante todo escúchame tú, Pedro, y tú, Pablo de Tarso, á fin de que os convenzáis de mi sinceridad. Yo sé donde vive Ligia. Acabo de pasar por frente á la casa de Lino, que se halla cerca de aqui. Tengo sobre Ligia el derecho de posesión que me ha sido otorgado por el César. Dispongo en mis casas de la ciudad de cerca de quinientos esclavos.

Podría, pues, rodear el sitio en que se oculta y apoderarme de ella; sin embargo, no lo he hecho, y tampoco lo haré.

—Por eso la bendición del Señor caerá sobre ti y se ve rá purificado tu corazón,—dijo Pedro.