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QUO VADIS

Y la comitiva de espectros que formaban el siniestro séquito del César seguía aumentando de día en día.

Pisón había pagado su conspiración con la cabeza; después de él habían seguido Séneca y Lucano, Fenio Rufo y Plaucio Laterano, y Flavio Escevino, y Afranio Quinetiano y el disoluto compañero de las locuras de César, Tulio Senecio, y Próculo, y Araricio, y Tugurino, y Grato, y Silano, y Próximo—que un tiempo fueron cordialmente adictos á Nerón—y Sulpicio Asper.

Algunos viéronse destruídos por su propia insignificancia, otros por el temor, otros por sus riquezas, otros por su bravura.

El César, sorprendido ante el número de los conspiradores, había cubierto las murallas de soldados y mantenía como en estado de sitio á la ciudad, enviando á diario centuriones con sentencias de muerte á las casas de los sospechosos.

Y los condenados se humillaban á él en cartas llenas de adulación, en las cuales daban al César las gracias por sus sentencias y le dejaban una parte de sus bienes, á fin de salvar el resto para sus hijos.

Y pareció por fin que Nerón se excedía expresamente en la medida de su insana crueldad, á fin de convencerse del grado de abyección á que habían llegado los hombres y de ver por cuánto tiempo más habría de seguir soportando el mundo su férula sangrienta.

Después de los conspiradores, eran ejecutados sus parientes, luego sus amigos, y por último hasta los simples conocidos de aquéllos.

Los habitantes de regias moradas construídas después del incendio, al salir de ellas á la calle estaban seguros siempre de encontrarse en su camino con una serie numerosa de procesiones fúnebres.

Pompeyo, Cornelio, Marcial, Flavio Nepote y Estacio Domicio perecieron á consecuencia de haber sido acusados de falta de amor por el César; Novio Prisciano, por