—Veo una luz al través dé la neblina,—dijo Níger,una, dos, tres: esas son antorchas. Ved que las mulas no hagan ruido, agregó volviéndose á sus hombres.
—¡Ya vienenl—dijo Petronio.
A la sazón las luces volvíanse más y más distintas y al cabo de algunos momentos fué posible ver que eran antorchas aquellas temblorosas llamas.
Níger hizo la señal de la cruz y empezó á orar.
Entretanto la fúnebre procesión siguió acercándose y por fin hizo alto frente al templo de Libitina.
Petronio, Vinicio y Niger se estrecharon más en la plataforma, silenciosos, no comprendiendo el motivo de tal estación.
Pero aquellos hombres habíanse detenido solamente á cubrirse los rostros y las bocas para evitar las exhalaciones asfixiantes de las «fosas pútridas» á cuyo extremo iban á llegar, exhalaciones que eran verdaderamente insoportables.
Luego alzaron nuevamente los féretros y continuaron su marcha.
Solo un ataúd se detuvo delante del templo.
Vinicio corrió á su encuentro, y después de él Petronio, Niger y dos esclavos cristianos que llevaban la litera.
Pero antes de que hubieran llegado al oscuro sitio en que el ataúd se hallaba, oyóse la dolorida voz de Nazario, quien dijo: —Señor! Se la han llevado con Ursus á la Cárcel del Esquilino! Este que aqui llevamos es otro cuerpo. La trasladaron antes de media noche.
Vuelto á su casa Petronio, hallábase triste como una tormenta y ni siquiera intentó consolar á Vinicio.
Comprendía que librar á Ligia de los calabozos subterráneos del Esquilino era empresa en la cual ni siquiera se podía soñar.
Y adivinó que evidentemente había sido trasladada del