Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/332

Esta página no ha sido corregida
326
QUO VADIS

—Veo una luz al través dé la neblina,—dijo Níger,una, dos, tres: esas son antorchas. Ved que las mulas no hagan ruido, agregó volviéndose á sus hombres.

—¡Ya vienenl—dijo Petronio.

A la sazón las luces volvíanse más y más distintas y al cabo de algunos momentos fué posible ver que eran antorchas aquellas temblorosas llamas.

Níger hizo la señal de la cruz y empezó á orar.

Entretanto la fúnebre procesión siguió acercándose y por fin hizo alto frente al templo de Libitina.

Petronio, Vinicio y Niger se estrecharon más en la plataforma, silenciosos, no comprendiendo el motivo de tal estación.

Pero aquellos hombres habíanse detenido solamente á cubrirse los rostros y las bocas para evitar las exhalaciones asfixiantes de las «fosas pútridas» á cuyo extremo iban á llegar, exhalaciones que eran verdaderamente insoportables.

Luego alzaron nuevamente los féretros y continuaron su marcha.

Solo un ataúd se detuvo delante del templo.

Vinicio corrió á su encuentro, y después de él Petronio, Niger y dos esclavos cristianos que llevaban la litera.

Pero antes de que hubieran llegado al oscuro sitio en que el ataúd se hallaba, oyóse la dolorida voz de Nazario, quien dijo: —Señor! Se la han llevado con Ursus á la Cárcel del Esquilino! Este que aqui llevamos es otro cuerpo. La trasladaron antes de media noche.

Vuelto á su casa Petronio, hallábase triste como una tormenta y ni siquiera intentó consolar á Vinicio.

Comprendía que librar á Ligia de los calabozos subterráneos del Esquilino era empresa en la cual ni siquiera se podía soñar.

Y adivinó que evidentemente había sido trasladada del