caza de bestias feroces, caza en que eran eximios varios bárbaros del norte y del sur; pero en esta ocasión había demasiadas fieras.
Empezaron pues, los juegos con los andabates. Llamábase así á gladiadores que llevaban yelmos cerrados, sin abertura alguna para los ojos, y que por consiguiente lidiaban á ciegas.
Un buen número de éstos efectuaron juntos su entrada en el Circo, y comenzaron luego á hacer molinetes con las espadas: Los mastigophori los azuzaban, empujandolos unos hacia otros con unas largas perchas, á fin de ponerlos en contacto.
La parte más selecta del público miraba con desdeñosa indiferencia ese espectáculo, pero á la plebe divertian los movimientos desairados de los combatientes.
Y cuando sucedia, por ejemplo, que se encontraban de espaldas, prorrumpia el público en grandes risas y exclamaban muchos: «¡A la derechal A la izquierdal» Y á menudo les engañaban deliberadamente, y les desorientaban más con tales gritos.
No obstante, luego se formaron varias parejas de combatientes y la lucha empezó á revestir sangrientos caracteres.
Los lidiadores más esforzados, arrojaban lejos sus escudos, y tomándose el uno al otro con la mano izquierda, á fin de no volver á separarse, luchaban con la otra mano hasta morir.
Todo el que caía, alzaba los dedos é imploraba gracia por medio de ese signo; pero el público al principio del espectáculo acostumbraba pedir la muerte para los heridos, especialmente cuando se trataba de hombres que llevaban oculto el semblante y eran desconocidos.
Fué disminuyendo por grados el número de combatientes, y cuando por fin sólo quedaron dos, empujóseles el uno hacia el otro á fin de que trabaran lucha; cayeron en