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QUO VADIS

—¿Y á mí qué me predestinas? —preguntó Vatinio.

—Que Apis te bendiga! Dispusiste juegos tan espléndidos en Benevento, que no me es posible desearte mal.

Haz un par de botas para la esfiinge, cuyas garras han de entumecerse con el relente; después de eso podrías fabricarles sendos pares de sandalias á los colosos que forman calles delante de los templos. Todos han de encontrar allí una ocupación adecuada á sus aptitudes. Domicio Africano, por ejemplo, será el tesorero, ya que tan penetrados estamos de su honradez. Pláceme sobre manera, César, que sueñes con el Egipto, pero me apena que hayas diferido tus recientes proyectos de viaje.

—Tus ojos mortales nada vieron, porque la deidad se hace invisible á los hombres cuando le viene en deseo,dijo Nerón.—Sabe que estando yo en el templo de Vesta, se me aproximó la diosa y me dijo al oído: «Aplaza tu viaje. Y, ocurrió ello tan inesperadamente, que me infundió pavor, aún cuando debiera yo estar agradecido á los dioses por la notoria solicitud con que sobre mí velan.

—Todos nosotros nos aterrorizamos,—dijo Tigelino; —y la vestal Rubria se desmayó.

—¡Rubrial—dijo Nerón: —¡qué nevado cuello tiene!

—Y noté su turbación á la vista del divino César!

—¡Cierto! Yo mismo reparé en ello. Eso es admirable.

Hay algo de divino en cada una de las vestales, y Rubria es muy bonita.

—Decidme,—repuso luego, después de un momento de meditación,—¿por qué temen las gentes á Vesta más que á los otros dioses? ¿Qué significa esto? Aún cuando yo soy el sumo sacerdote, el miedo se apoderó de mí hoy por completo. Solamente recuerdo que me iba á la sazón de espaldas, y habría dado con mi cuerpo en tierra, si alguien no me hubiera sostenido. ¿Quién fué?

—Yo,—contestó Vinicio.

—10h tú, «fornido Martel» ¿Por qué no fuiste á Bene-