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QUO VADIS

Y por el cuerpo de Ligia discurrió un frío estremecimiento.

Levantóse Vinicio, y dijo: —Son los leones que rugen en el vivarium. (1) Y pusieron ambos el oido atento.

Al primer bramido como de trueno respondió un segundo, y un tercero, y luego por todos los ámbitos de la ciudad se dejaron escuchar los rugidos de las fieras.

En Roma se conservaban enjaulados varios miles de leones en diversas arenas de la ciudad, los cuales, frecuentemente por la noche, se aproximaban á las rejas de sus cárceles y apoyando contra ellas sus cabezas gigantescas, daban desahogo á sus rugidos en demanda de la libertad y de los amplios horizontes de sus selvas.

Era lo que á la sazón ocurría, y en medio del silencio de la noche poblaron toda la ciudad con sus rugidos aterradores. Había en ellos algo de tan indescriptiblemente horrendo y lúgubre, que Ligia, cuyas apacibles y hermosas visiones del futuro viéronse así bruscamente perturbadas, escuchaba ahora aquellos múltiples bramidos pavorosos oprimido el pecho y con una extraña sensación de temor y de tristeza.

Pero Vinicio, rodeándola el talle, la dijo: —Nada temas, amada mía. Es que los juegos se hallan próximos y los vivares están llenos.

Y ambos entraron entonces á la casa de Lino, acompañados por el tétrico rugir de los leones, que de momento en momento se iba haciendo más y más estruendoso y resonante.

CAPÍTULO XL

Entretanto Petronio en Ancio casi diariamente obtenía nuevos triunfos sobre los demás cortesanos que con él se disputaban el favor del César.

La influencia de Tigelino había decaído por completo.

(1) Vivero, sitio donde se guardaban vivas las fleras.