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Señor, tengo la honra de elevar á manos de Vuestra Magestad la Carta real por la cual la Reina, mi Augusta Soberana, se digna acreditarme en calidad de su Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario.

Al confiarme esta mislon, muy lisongera para mi, y que colma todas mis aspiraciones, la Reina, mi Señora, me ha encargado, expresamente, felicite de nuevo á Vuestra Magestad por el felis alumbramiento de Su Magestad la Reina, su Augusta Esposa, manifestando al propio tiempo, en su real nombre, á Vuestra Majestad los votos que dirige al Cielo por la ventura de Vuestra real familia, y por la prosperidad y bien estar de la noble nacion Portuguesa.

Me considero, Señor, muy dichoso, en ser interprete en esta ocasion de los sentimientos que animan á my Reina y Señora, y no omitiré esfuerzo alguno para mantener y estrechar, si fuero posible, los vinculos de amistad que unen à los dos paises. A este fin, dedicaré todos los recursos de mi voluntad y de mi inteligencia; pero para que mis gestiones no sean esteriles, me ha de permitir Vuestra Magestad que implore su real benevolencia y la cooperacion de su ilustrado Gobierno, evocando el recuerdo, sumamente grato para mi, de las bondades con que, en tiempos pasados, se dignaran honrarme los excelsos Padres de Vuestra Magestad