Los erizados brazos, las cárceles hostiles;
Escuchan sus orejas los ecos más sutiles:
Sus ojos atraviesan las intrincadas hojas
Mientras sus manos toman para sus bocas rojas
Las frescas bayas altas que el sátiro codicia;
Junto a la oculta fuente su mirada acaricia
Las curvas de las ninfas del séquito de Diana;
Pues en su cuerpo corre también la esencia humana
Unida a la corriente de la savia divina
Y a la salvaje sangre que hay en la bestia equina.
Tal el hijo robusto de Ixión y de la Nube.
Sus cuatro patas, bajan; su testa erguida, sube
Yo comprendo el secreto de la bestia. Malignos
Seres hay y benignos. Entre ellos se hacen signos
De bien y mal, de odio o de amor, o de pena
O gozo: el cuervo es malo y la torcaz es buena.
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