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Que aún ignorase en la sagrada Kioto,
En su labrado camarín de plata,
Ornado al par de crisantemo y loto,
La civilización de Yamagata.

O con amor hindú que alza sus llamas
En la visión suprema de los mitos,
Y hace temblar en misteriosas bramas
La iniciación de los sagrados ritos,

En tanto mueven tigres y panteras
Sus hierros, y en los fuertes elefantes
Sueñan con ideales bayaderas
Los rajahs, constelados de brillantes.

O negra, negra como la que canta
En su Jerusalem el rey hermoso.
Negra que haga brotar bajo su planta
La rosa y la cicuta del reposo...

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