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Mata la indificencia taciturna
Y engarza perla y perla cristalina
En donde la verdad vuelca su urna.


A los poetas risueños.

Anacreonte, padre de la sana alegría;
Ovidio, sacerdote de la ciencia amorosa;
Quevedo, en cuyo cáliz licor jovial rebosa;
Banville, insigne orfeo de la sacra Harmonía,

Y con vosotros toda la grey hija del día,
A quien habla el amante corazón de la rosa,
Abejas que fabrican sobre la humana prosa
En sus Himetos mágicos mieles de poesía:

Prefiero vuestra risa sonora, vuestra musa
Risueña, vuestros versos perfumados de vino,
A los versos de sombra y a la canción confusa

Que opone el numen bárbaro al resplandor latino;
Y ante la fiera máscara de la fatal Medusa,
Medrosa huye mi alondra de canto cristalino.

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