¡Alabastros celestes habitados por astros:
Dios se refleja en esos dulces alabastros!
Sus vestes son tejidas del lino de la luna.
Van descalzas. Se mira que posan el pie breve
Sobre el rosado suelo como una flor de nieve,
Y los cuellos se inclinan, imperiales, en una
Manera que lo excelso pregona de su origen.
Como al compás de un verso su suave paso rigen.
Tal el divino Sandro dejara en sus figuras,
Esos graciosos gestos en esas líneas puras.
Como a un velado són de liras y laudes.
Divinamente blancas y castas pasan esas
Siete bellas princesas. Y esas bellas princesas
Son las siete Virtudes.
Al lado izquierdo del camino y paralela-
Mente, siete mancebos— oro, seda, escarlata,
Armas ricas de Oriente— hermosos, parecidos
A los satanes verlenianos de Ecbatana,
Vienen también. Sus labios sensuales y encendidos,
De efebos criminales, son cual rosas sangrientas;
Sus puñales de piedras preciosas revestidos
—Ojos de víboras de luces fascinantes-
Al cinto penden; arden las púrpuras violentas
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