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Griega es su sangre, su abuelo era ciego;
Sobre la cumbre del Pindo sonoro
El sagitario del carro de fuego
Puso en su lira las cuerdas de oro.

Y bajo el pórtico blanco de Paros,
Y en los boscajes de frescos laureles,
Píndaro dióle sus ritmos preclaros,
Dióle Anacreonte sus vinos y mieles.

Toda desnuda, en los claros diamantes
Que en la Castalia recaman las linfas,
Viéronla tropas de faunos saltantes,
Cual la más fresca y gentil de las ninfas.

Y en la fragante, harmoniosa floresta,
Puesto a los ecos su oído de musa,
Pan sorprendióla escuchando la orquesta
Que él daba al viento con su cornamusa.

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