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QUIRÓN

La virgen de las vírgenes es inviolable y pura.
Nadie su casto cuerpo tendrá en la alcoba obscura,
Ni beberá en sus labios el grito de victoria,
Ni arrancará a su frente las rosas de su gloria.




Mas he aquí que Apolo se acerca al meridiano.
Sus truenos prolongados repite el Océano.
Bajo el dorado carro del reluciente Apolo
Vuelve a inflar sus carrillos y sus odres Eolo.
A lo lejos, un templo de mármol se divisa
Entre laureles-rosa que hace cantar la brisa.
Con sus vibrantes notas de Céfiro desgarra
La veste transparente la helénica cigarra,
Y por el llano extenso van en tropel sonoro
Los Centauros, y al paso, tiembla la Isla de Oro.

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