Página:Prosa por José Rizal (JRNCC, 1961).pdf/77

Esta página ha sido corregida
67

de comprender su lenguaje, don que yo había ocultado a todos por temor de ser molestado, y que no cultivaba como otras muchas facultades que Dios me ha concedido al nacer el día de S. Salomón a las doce en punto de la noche en el momento del plenilunio.

Una hermosa siesta pues, de esas que convidan a dormir o a balancearse en una hamaca suspendida de las ramas, mientras todos descansaban fuíme a nuestra huerta, me encarmé a un árbol de makupa,3 me senté sobre una rama y me dispuse a escuchar las conversaciones de los animales. A poca distancia, echados sobre el polvo y el fango de un lodazal había algunos cerdos, unos durmiendo, otros medio despiertos; un poco más allá, bajo un cafetero y posados sobre un pilón roto descansaban dormitando pavos, patos y gansos, mientras que de un lado para otro circulaban en silencio melancólicamente algunas gallinas, pollos y gallos, procurando no acercarse mucho del grupo de los cerdos.

Según lo que pude observar y colegir de algunos cuchicheos y picotazos de las aves, nuestros animales vivían entre sí como viven los buenos cristianos y los hombres de buena voluntad en la tierra con su policía, desconfianzas, delaciones, vejaciones, expedienteos, calumnias, violencias, murmuraciones, quejas, amenazas, cárceles, horcas, cañones, leyes, confesionarios, púlpitos, guardias civiles, carabineros, etc., etc., reinaba el orden más completo y la más afectuosa fraternidad quitando tal o cual gruñido de un cerdo, tal o cual pelea, picotazo, etc. Entre ellos figuraban en primera linea como Séres dignos de toda clase de respeto los cerdos, 1.º porque eran muy gordos y la gordura ha sido siempre un distintivo de la buena posición; 2.º porque dormían mucho y el mucho dormir significa tranquilidad de conciencia e independencia de situación; 3.º porque eran muy gruñones y gritones, y ya se sabe, en el patio de nuestra casa como en nuestro mundo el que más habla y chilla es el que más consigue y se pinta. Pero lo que más les hacía respetables a los ojos de la comunidad era, según entendí de una chismografía de dos viejas gallinas, la repugnante suciedad en que vivían: entre los animales la suciedad y la cochinería se reputaban por virtud y así les tenían por santos los gansos y publicaban por todas partes rasgos famosos de su santidad tales como el no bañarse nunca, el entrar y permanecer en sitios excusados de nombrar, el olor repugnante, etc., etc.