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de la India,3 llamado Guerrero y con él estudió al natural y manejó por primera vez los colores. Allá hemos visto sus primeros lienzos, pintados en medio de aquel país enemigo del arte,4 pero cuyos hijos nacen todos artistas, y bajo la dirección de un maestro que se ha formado casi por sí solo. Pero, pronto la paleta de éste, como antes las litografías de la Academia, dejaron de ofrecer misterios a su talento y aplicación, y su familia se decidió por fin a enviarlos a Europa a él y a su hermano. Desde que llegó a Madrid tuvo a D. Alejo Vera5 por maestro. A éste confiesa deber el gusto y el estilo. Sin embargo, la Academia de San Fernando le ha premiado en el único año que estudió en ella. Con Vera, que veía en él grandes esperanzas y que le quería con afección, recorrió Italia, la predilecta, la inspiración del maestro, estableciéndose al lado suyo en Roma, sin cesar de oir sus consejos. Allí, en esa ciudad donde todo artista recoje sus más frescos laureles, trabó estrecha amistad con Mariano Benlliure, el creador en España de la risueña escultura. Allí también pintó su primer cuadro Dafnis y Cloe,6 premiado por el Liceo de Manila con una paleta de plata; en Roma también, inspirándose en Los últimos días de Numancia, de su ilustre maestro, pintó La muerte de Cleopatra, que obtuvo una segunda medalla en la exposición de 1881 en Madrid, llamando la atención de toda la prensa, a la cual impresionara vivamente. Entonces fue cuando, meses después, un concejal de Manila presentó una moción a su Ayuntamiento para que se le concediese a Luna una pensión extraordinaria, moción que, sostenida y apoyada por la colonia filipina de Madrid y los pintores españoles de Roma, ha tenido la rara fortuna de ser atendida y contra la costumbre, concedida. Filipinas debe conservar en su memoria y amar el nombre de D. Francisco de Rodoreda, uno de los pocos que se han interesado lealmente por los hijos de aquel suelo.

En julio del 83 empezó el Spoliarium7 sin arredrarse ante obstáculo alguno. Al cabo de ocho meses y grandes sacrificios lo termina y asombra a cuantos pasan por su Estudio de la Vía Margutta. El gran Morelli le saluda con entusiasmo y le recomienda a la admiración de sus discípulos. La prensa romana, sorprendida al encontrarse con su nombre, lo pregona. El Spoliarium se expone en el Palazzo della Esposizione, cedido por el Gobierno Italiano para el