Página:Prosa por José Rizal (JRNCC, 1961).pdf/40

Esta página ha sido corregida
30

Marco Antonio ofrece tanto interés como la lucha decisiva de los dos andarines.

Es la eterna conversación del día.

¿Tú vas a ver a Bielsa? —¿Y tú? —Voy por Bielsa. —Yo también. —¡Pues yo por Bargossi! —¡Bruto! —¡Animal! ¿Cuánto quieres perder? —¿Y tú, Juanito? ¿Cuánto? ¿Cuánto?

Una vez en la plaza y registrados y reconocidos por los médicos, que los declaran sanos y en buenas condiciones, comienzan la carrera.

La condición era dar el mayor número de vueltas en tres horas.

Después de veintidós vueltas Bielsa el aragonés declara no poder seguir corriendo por sentirse indispuesto. Llevaba ya casi media vuelta de ventaja. Es conducido a la enfermería. He aquí lo sublime.

Bargossi, que canta victoria al ver que su adversario se retira de la plaza, en vez de coronas, laureles, o el ramo de encina u otra cosa que indique el triunfo, recibe del público entusiastas botellazos, zapatazos y todos los proyectiles que se encontraron a la mano. ¿Quién, sino el entusiasmo es capaz de dar semejante muestra de apasionamiento? ¡Se diría que es una ovación moderna, realista, a lo Emilio Zola!

Pues no señor, el entusiasmo era por el otro, por el que según el jurado era el vencido.

El público decía que el italiano había narcotizado a Bielsa cada vez que se cruzaban, pues llevaba cloroformo en sus cabellos y en su pañuelo. Se creía engañado, burlado y explotado.

Para contener su ira, que se manifestó contra el italiano y el empresario Ducazcal, hubo menester de intervenir la autoridad armada y numerosa, y aun así no le libró al Sr. Ducazcal el perder todos los botones de su frac.

Las mujeres eran las que se mostraban más furiosas. Bielsa fue después paseado en triunfo, y Bargossi tuvo que salir disfrazado y partir después para el extranjero custodiado y defendido.

¿Qué se diría en el camino?

*
**

La Academia española de Ciencias Antropológicas en el primer mensuario de la muerte del ilustre Dr. Velasco,1