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a su patria un florón para su corona, una verdad, fuente y origen de mil beneficios.

Tornad la vista a otra parte; un hombre tostado por el sol rompe la ingrata tierra para depositar una simiente: es un labrador. Él también contribuye con su modesto pero útil trabajo a la gloria de su nación.

¡La patria está en peligro! Brotan del suelo, cual por encanto, guerreros y adalides. El padre abandona a sus hijos, los hijos a sus padres, y corren todos a defender a la madre común. Despídense de las tranquilas dichas del hogar, y ocultan bajo el casco las lágrimas que arranca la ternura. ¡Parten y mueren todos! Tal vez era él, padre de numerosos hijos, rubios y sonrosados como los querubines, tal vez era un joven de risueñas esperanzas; hijo o amante; no importa! Ha defendido a la que le dió la vida, ha cumplido con su deber. Codro o Leonidas, quien quiera que sea, la Patria sabrá recordarle.

Unos han sacrificado su juventud, sus placeres; otros le han dedicado los esplendores de su genio; estos vertieron su sangre; todos han muerto legando a su patria una inmensa fortuna: la libertad y la gloria. Y ella ¿qué ha hecho por ellos? Los llora y los presenta orgullosa al mundo, a la posteridad y a sus hijos, por que sirvan de ejemplo.

Pero ¡ay! si a la magia de tu nombre, ¡oh, patria! brillan las más heroicas virtudes; si a tu nombre se consuman sobrehumanos sacrificios, en cambio ¡cuántas injusticias!…

Desde Jesucristo, que, todo amor, ha venido al mundo para el bien de la humanidad y muere por ella en nombre de las leyes de su patria, hasta las más oscuras víctimas de las revoluciones modernas, ¡cuántos ay! no han sufrido y muerto en tu nombre, usurpado por los otros! ¡Cuántas víctimas del rencor, de la ambición o de la ignorancia no han expirado bendiciéndote y deseándote toda clase de venturas!

Bella y grandiosa es la patria, cuando sus hijos, al grito del combate, se aprestan a defender el antiguo suelo de sus mayores; fiera y orgullosa cuando desde su alto trono ve al extranjero huir despavorido ante la invicta falange de sus hijos; pero cuando sus hijos, divididos en opuestos bandos, se destruyen mutuamente; cuando la ira y el rencor devastan las campiñas, los pueblos y las ciudades, entonces