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MARIANG MAKÍLING[1]


En mi pueblo se conserva una leyenda, la leyenda de Mariang Makíling.

Era una joven que habitaba el hermoso monte que separa las provincias de La Laguna y Tayabas. Jamás se supo a punto fijo el lugar de su morada, porque los que tuvieron la fortuna de dar con ella después de vagar mucho tiempo como perdidos en los bosques, ni han podido volver, ni han sabido encontrar el camino, ni están conformes en el sitio ni en su descripción. Mientras unos le dan por morada un hermoso palacio, brillante como un relicario de oro, rodeado de jardines y hermosos parques, otros afirman que sólo vieron una miserable choza, de techo remendado, y dindines1 de sawali.2 Semejante contradicción puede dar lugar a que se crea que tanto unos como otros mienten donosamente, es verdad; pero puede deberse también a que Mariang Makíling tuviese dos viviendas como muchas personas acomodadas.

Según testigos oculares, era ella una joven, alta, esbelta, de grandes y negros ojos, larga y abundante cabellera. Su color era un moreno limpio y claro, el Kayumanging-Kaligatan que dicen los tagalos; sus manos y pies, pequeños y delicadísimos, y la expresión de su rostro, siempre grave y seria: era una criatura fantástica, mitad ninfa, mitad sílfide, nacida a los rayos de la luna de Filipinas, en el misterio de sus augustos bosques, y al arrullo de las olas del vecino lago. Según creencia general, y contra la reputación atribuida a las ninfas y a las diosas, Mariang Makíling se conservó siempre virgen, sencilla y misteriosa como el espíritu de la montaña. Una vieja criada que tuvimos —amazona que defendió su casa contra los tulisanes y mató a uno de ellos de un bote de lanza— me aseguraba haberla visto en su niñez pasando a lo lejos por encima de los kogonales3 tan ligera y tan aérea que ni siquiera hacía doblar las flexibles hojas. Dicen que por la noche del Viernes Santo, cuando los cazadores encienden hogueras para atraer a los ciervos con el olor de la ceniza a que son


  1. Otra versión de esta historia, escrita por Rizal, aparece en el apéndice página 318.

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