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ta años he tomado su Gramática castellana destinada al uso de los americanos (primera edición, 1847) como base de la enseñanza, en la edición moderna con las notas del más grande de todos los filólogos castellanos del siglo XIX, Rufino José Cuervo, el autor de las Apuntaciones criticas sobre el lenguaje bogotano, con frecuentes referencias al de los pueblos hermanos (1ª edición; 1867: 5° edición, 1907).

§ 9. Bello explica en su prólogo, con toda claridad, el objeto de su obra: «la conservación de la lengua de nuestros padres en su posible pureza», pero «sin purismo supersticioso». Desde mediados del siglo pasado aparecen en casi todos los países hispanoamericanos (con excepción del Paraguay y de Bolivia), trabajos de índole parecida, y sobre todo diccionarios de regionalismos americanos. El más antiguo, y en muchos puntos uno de los mejores, es el Diccionario provincial casi razonado de voces cubanas por Esteban Pichardo, cuya primera edición lleva la fecha de 1836. En mi Diccionario etimológico, páginas 58-90, he dado una bibliografía crítica de la mayor parte de esos diccionarios regionales americanos, que en estos días ha sido continuada y completada por el doctor Grossmann (en las pág. 12-14 del libro arriba citado). Otras bibliografías correspondientes, se hallan en Aníbal Echeverria y Reyes: Voces usadas en Chile, Santiago, 1900; en el prólogo del tomo segundo de Miguel Luis Amunátegui Reyes: Observaciones y enmiendas a un Diccionario, aplicables también a otros, páginas 6-15, Santiago, 1925; y en Toro, Americanismos, página 169; en el libro de Viñaza y en varios otros.

§ 10. En cuanto a la índole de estos numerosos trabajos referentes al vocabulario, o en general al lenguaje de los países americanos, no puedo entrar en una critica detallada. Casi siempre los autores toman como base el Diccionario de la Real Academia